Perro bostezando

Señales de estrés en los perros de la protectora

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Los perros que llegan a una protectora suelen hacerlo tras vivir experiencias difíciles: abandono, malos tratos, supervivencia en la calle… Además, muchos se encuentran de pronto compartiendo espacio con otros canes, en un entorno nuevo y lleno de estímulos desconocidos. Todo esto puede aumentar sus niveles de estrés.

Para las voluntarias es fundamental saber leer las señales de ese estrés: así podrán comprender mejor las necesidades de ese perro y evitar que el problema vaya a más.

Consideraciones previas para identificar señales de estrés

A la hora de interpretar el lenguaje de un perro, es básico atender al contexto y al conjunto de señales que nos da. Un único gesto puede significar distintas cosas según la situación. Por ejemplo, un bostezo puede ser tanto un modo de calmar a otro can como una manera de liberar tensión.

También es clave contar con la opinión de un veterinario ante cualquier cambio que detectemos: muchos signos de estrés pueden estar causados por algún problema de salud, o bien la enfermedad puede ser consecuencia del propio estrés. A veces resulta difícil saber qué apareció primero.

Señales corporales

Cuando un perro está estresado, podemos percibirlo en su manera de moverse o colocarse. Algunas señales frecuentes son:

Orejas pegadas a la cabeza

Generalmente se relaciona con el miedo (aunque algunos perros pueden hacerlo también en contextos de alegría, pero es fácilmente diferenciable mirando el resto del cuerpo). En canes con orejas erguidas es muy fácil de ver pero en aquellos que las tienen caídas puede ser más complicado. En esos casos tendremos que fijarnos en la parte superior de la oreja, donde hace la doblez para juntarse con el cráneo. Ahí podremos apreciar cierto movimiento, como si se elevara, que nos pueden indicar tensión.

Tensión facial

Se refleja en una cara rígida, con arrugas alrededor de la boca o la frente, a menudo junto a movimientos muy lentos o miradas muy fijas.

Pupilas dilatadas

Descartando una posible enfermedad o un cambio de luz, unas pupilas dilatadas van a ser un síntoma claro de un problema de estrés. 

Ojos muy abiertos

Puede ocurrir de forma puntual cuando un perro ve algo que le genera inseguridad o en interacciones con otros canes o personas. Sin embargo, si tenemos unos niveles de estrés altos y esto se está cronificando, a menudo  ocurre que esa expresión, con los ojos muy abiertos y redondeados, se mantiene. Es habitual verlo en perros con niveles altos de miedo. Un perro relajado, a excepción de alguna raza, tenderá a tener los ojos con forma de almendra. 

Piloerección o pelo erizado

Ocurre de forma involuntaria ante emociones intensas, generalmente relacionadas con miedo o tensión. En ocasiones puede verse también en momentos de juego muy excitante, pero es menos común.

Girar la cabeza

Entre perros, girar la cabeza puede ser una forma de evitar miradas directas y transmitir buenas intenciones. Sin embargo, sí sucede en otras situaciones, como cuando le pones la correa o entras en un espacio donde el perro se siente inseguro, podría ser una señal de malestar. 

Ojos de ballena

Esta es una señal de estrés inequívoca. Es muy visual, se aprecia la esclerótica del ojo se ve mucho. Puede ser que el perro gire la cabeza o que sólo gire los ojos. 

Cuerpo encorvado

Casi siempre vinculado al miedo. Cuanto más agudo sea, más “pequeño” tratará de hacerse pudiendo aplastarse contra el suelo o una esquina. Es una señal de intensidad alta ante la que siempre deberíamos dar espacio si podemos. 

Bostezo

Fuera de contextos como al desperezarse tras una siesta, esta señal puede tener varios significados, pero en general tras ella está la incomodidad, el malestar o el estrés. Por ejemplo, cuando una voluntaria se acerca a un perro que siente miedo hacia las personas o un can que necesita más estimulación.

Jadeo y/o respiración acelerada

Podría ser simple consecuencia del calor o del ejercicio. Sin embargo, si se da en reposo y no hay altas temperaturas, puede ser señal de que el perro se siente superado por la situación.

Babeo

Un perro al que se le cae la saliva de la boca (fuera de un contexto de calor o ejercicio) seguramente esté viviendo una situación estresante. En casos extremos podemos encontrar canes con el morro siempre mojado. 

Lamido de hocico o belfos

Es normal si lo hace en presencia de comida, después de beber o si está humedeciéndose la trufa para olfatear mejor. Sin embargo, en otras circunstancias puede ser un indicativo de estrés, de que una situación está siendo desagradable o le produce inseguridad o incluso una forma de intentar calmar a otro individuo. Por ejemplo, si lo hace cuando una voluntaria se le acerca en un patio o cuando le estamos poniendo el arnés. Esta señal puede ser muy evidente o un gesto casi imperceptible.

Sonrisa

No es tan habitual verlo en protectoras aunque sí en vídeos de redes sociales. Algunas personas lo confunden con que el perro está disfrutando y es todo lo contrario, se trata de una respuesta ante una situación de estrés agudo. Suele ir acompañada de ojos muy entrecerrados, orejas plegadas hacia atrás e inmovilidad. 

Temblores o espasmos

Un perro que tiembla sin que haga frío podría estar atravesando un pico de miedo. Lo sabremos si el temblor cesa al alejarse aquello que le asusta. De lo contrario, conviene descartar causas médicas. 


  • Sacudirse.
    Después de situaciones estresantes los perros se sacuden para liberar esa tensión acumulada. 
  • Monta.
    Al contrario de la creencia popular, que un can monte no suele tener una causa sexual detrás. Esto sólo ocurrirá en el caso de un macho con una hembra en celo. Fuera de ese contexto, lo habitual es que sea una forma de canalizar el estrés. Por ejemplo, cuando una voluntaria entra en un patio y un peludo le agarra la pierna.
  • Marcas de sudoración en el suelo.
    Cuando un can está muy estresado puede sudar por las almohadillas de las patas, dejando huellas, especialmente visibles en suelos como baldosas o parqué.

Señales en el comportamiento

Es frecuente detectar problemas relacionados con el estrés observando cambios en el comportamiento de un perro en el día a día. 

  • Inquietud, nerviosismo e incapacidad para relajarse.
    Algunos perros parecen incapaces de tumbarse en el chenil o de relajarse en el patio, moviéndose de un lado a otro. A veces se etiqueta de “perro muy nervioso” cuando en realidad hay un alto nivel de estrés detrás.
  • Tranquilidad extrema o inhibición.
    En el otro polo, si tenemos un can que no es senior o que no tiene alguna enfermedad y está siempre quieto o procura no moverse del mismo lugar, es buena idea observarle con detenimiento en busca de otras señales que nos indiquen que algo no va bien. Un nivel muy alto de estrés puede hacer que el perro se inhiba, que se quede bloqueado. 
  • Ladrido compulsivo.
    Debemos tener cuidado con la apreciación de cuántos ladridos son muchos, ya que es una apreciación personal. Ahora bien, si vemos que entra en bucle, incluso sin haber ningún estímulo delante, es posible que esté canalizando estrés. Esto es habitual en perros que acaban de llegar a la protectora. 
  • Poco uso de la trufa.
    Aunque hay casos de perros a los que se les ha inhibido el comportamiento de olfateo (por ejemplo, cachorros a los que se les ha castigado por buscar cosas para llevarse a la boca) un perro que no utiliza la trufa en los paseos, seguramente e porque tiene altos niveles de estrés. 
  • Conductas reactivas.
    Ocurren cuando el can detona ladrando o tirándose a ciertos estímulos. La causa no tiene por qué ser estrés (falta de socialización, miedo, dolor…) pero podemos diferenciarlo:
    • Si sólo se produce en determinados contextos, por ejemplo el perro que se tira a otros sólo cuando sale del chenil o el can que ladra a coches cuando está muy excitado. 
    • Si el comportamiento ha aparecido “de pronto” (aunque antes habría que descartar problemas clínicos).
  • Mordiscos redirigidos.
    Hay ejemplos muy gráficos como cuando un perro muerde la correa al iniciar el paseo o cuando “marca” la pierna de su paseante al cruzarse a otro perro que le da miedo. No es ni más ni menos que un comportamiento “automático” para dar salida a un pico enorme de estrés. De nada servirá trabajar en ese momento, lo que habrá que hacer es valorar qué produce ese estrés y trabajar sobre ello progresivamente. 
  • Estereotipias.
    Es uno de los problemas más graves (sino el que más) que podemos encontrar en un perro. Se producen cuando la salud física y/o emocional ya está muy comprometida y generalmente se vinculan a niveles de estrés muy elevados relacionados con la incapacidad para saciar necesidades, llevar a cabo determinados comportamientos o por la incapacidad para gestionar situaciones (por ejemplo, la exposición a algo que le da miedo, como la convivencia en un patio con otro can que le atemoriza). Algunas típicas son:
    • Deambular de un lado a otro del chenil o del patio, de forma rítmica y constante, sin que haya un estímulo que promueva ese comportamiento. 
    • Saltar contra las paredes o la puerta, igual que en el caso anterior, sin que haya nada que motive este comportamiento. 
    • Perseguir su cola. En estos casos, puede haber un orígen en dolor o picor. Una vez descartado esto, debemos pensar en una estereotipia. A veces la gente lo interpreta como juego, no lo es. Puede quedarse sólo en perseguirsela pero puede llegar a mordérsela e incluso amputársela.  
    • Lamidos compulsivos y localizados. Lo primero es hacer una valoración, ya que la causa suele ser dolor o irritación. Estos lamidos puede llegar a producir calvas y heridas. 
    • Masticación de aire. Siempre que el perro no tenga algo incrustado en la dentadura y que el comportamiento se produzca de forma compulsiva, estaremos ante una estereotipia. 
    • Coprofagia. Aunque a menudo lo que hay detrás de este comportamiento son una infección de parásitos, sobre todo de giardia, también puede darse como causa de altos niveles de estrés. 
    • Automutilación. Se trata de un comportamiento realmente extremo. Es una forma de canalizar unos niveles de estrés elevados y lo hacen a través de masticar partes de su cuerpo hasta hacerse heridas o amputarse. En niveles menos altos podemos encontrar arrancarse mechones produciéndose calvas. 
  • Cambios en el apetito.
    Nuevamente, ante cualquier cambio en este sentido, debería consultarse con un veterinario. Cuando es por estrés, podemos encontrar desde perros que comienzan a comer compulsivamente hasta perros que dejan de alimentarse. También hay canes que comienzan a comerse cosas que no son alimentos, como piedras o plásticos. 
  • Apatía y pérdida de motivación.
    Estos canes suelen aislarse o mostrar una reducción marcada de conductas naturales (exploración, interacción con personas u otros perros, juego, etc.). Además, pueden pasar largos periodos inmóviles, recostados o con una mirada “vacía”. Es importante distinguir esta apatía de la simple quietud: si el perro evita la interacción, no responde a estímulos que antes sí le motivaban (como la comida, los paseos o el contacto social) y mantiene esta conducta de forma sostenida, deberíamos plantearnos la posibilidad de un problema de estrés crónico o de origen clínico.
  • Irritabilidad.
    Esto puede traducirse en reacciones desproporcionadas ante estímulos que antes toleraban (por ejemplo, gruñir cuando alguien se acerca demasiado o ladrar de forma intensa sin un motivo aparente). También pueden mostrarse impacientes o menos tolerantes con las caricias, manipulaciones o ruidos repentinos. 
  • Menor capacidad de recuperación emocional.
    Esta dificultad para volver a un estado de calma tras una situación que les ha alterado afecta su salud y bienestar, volviéndolos más propensos a otras manifestaciones de estrés (irritabilidad, miedos, retraimiento).
  • Disminución de la capacidad de aprendizaje y la concentración.
    Cuando un perro mantiene altos niveles de estrés, su sistema nervioso se ve sobrecargado, dificultando la concentración y el procesamiento de nueva información. Es habitual que a las voluntarias les parezca que el can “no quiere aprender” o “es terco”, cuando en realidad su cerebro está demasiado ocupado gestionando el estrés. 
  • Menor capacidad de resolución de problemas.
    El estrés pone al sistema nervioso en “modo alerta” y dificulta la flexibilidad mental necesaria para buscar alternativas o perseverar ante un reto. En el entorno de una protectora, esto puede verse reflejado cuando el perro se “atasca” ante un obstáculo cotidiano que antes resolvía con facilidad, por ejemplo, sortear un barreño para llegar a su comedero.

Signos de estrés en la salud

Cuanto mayores sean los picos de cortisol y cuánto más se mantengan en el tiempo, más se verá afectada la salud de los canes. Además, se trata de un círculo vicioso, el estrés genera problemas de salud y estos aumentan en el estrés. 

  • Diarrea
    Es una señal muy clara, suele darse de forma bastante rápida tras un suceso estresante para el can. Un perro que presente estrés crónico también es habitual que sufra diarreas o descomposición. 
  • Aumento de los pises.
    No es lo más fácil de detectar en una protectora. Pero si por ejemplo tenemos un can que nunca se hace sus necesidades dentro del chenil y de pronto empieza a hacer pis allí, habrá que descartar problemas de salud con un veterinario y una vez descartados, valorar si hay problemas de estrés. 
  • Problemas de piel o pelo.
    Si tras estos no hay causa clínica, seguramente el estrés esté tras ellos. Hay casos de perros con alopecia o con pelo “quebradizo”. También la presencia de caspa puede ser indicador de estrés, tanto en momentos puntuales (como manipulaciones o una visita al veterinario) como de forma cronificada. 
  • Sistema inmunológico debilitado.
    El estrés produce un aumento de la hormona cortisol que suprime parcialmente la respuesta inmune del organismo. En casos de estrés crónico esto tiene un gran impacto en la salud. Si detectamos perros que enferman con frecuencia, es posible que sea por esta razón. Es habitual en infecciones respiratorias y problemas gástricos.
  • Problemas digestivos.
    El aparato digestivo es especialmente sensible a los efectos del estrés. Los estados de tensión prolongada pueden desencadenar síntomas como vómitos, diarreas, gases o estreñimiento. Este tipo de malestares, además de impactar en la salud física del perro, contribuyen a aumentar su incomodidad y, por tanto, perpetúan el círculo de estrés.
  • Rigidez y problemas musculares.
    El cuerpo de un perro sometido a estrés crónico responde con tensiones que pueden manifestarse como rigidez en su musculatura y movimientos poco fluidos. En el entorno de una protectora, donde muchas veces los perros no tienen la oportunidad de ejercitarse de forma adecuada o viven en espacios limitados, esta tensión puede agravarse, generando microlesiones o inflamaciones musculares.

Conclusiones

Es fundamental saber identificar el estrés en los perros de la protectora. Nos ayudará a prevenir problemas de salud y comportamiento y velar por su bienestar. 

Cada perro expresa de forma distinta su incomodidad o malestar, y comprender el contexto, el historial y las particularidades de cada uno resulta esencial para poder ayudarle. 

Comprendiendo a cada perro podremos implementar estrategias de enriquecimiento ambiental apropiadas para ayudarle. 

Asimismo, es importante contar con la valoración de un profesional veterinario para descartar causas clínicas.

Referencias
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Diccionario Fundación SrPerro Colega
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